Nota del autor

Si la entrada que estás leyendo carece de imágenes, no se ve el vídeo que teóricamente lleva incrustado o el código fuente mostrado aparece sin formato, podéis conocer los motivos aquí. Poco a poco iré restableciendo la normalidad en el blog.
Este blog es un archivo de los artículos situados previamente en Lobosoft.es y ha dejado de ser actualizado. Las nuevas entradas pueden encontrarse en www.lobosoft.es. Un saludo,
Lobosoft.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Decrecimiento informático

Unir decrecimiento e informática en una misma frase puede parecer una locura o una paradoja, pero lo cierto es que una de las ramas de la tecnología que mayor crecimiento ha experimentado desde su nacimiento hace apenas unas décadas es susceptible de hacer suyas algunas de las consideraciones que esta corriente de pensamiento, máxime cuando ha sido puntera en aspectos como el ahorro energético y optimización de la gestión de la información.

Por situarnos en contexto, podríamos decir que "la consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento, [...] En todo rigor, convendría más hablar de acrecimiento, tal como hablamos de ateísmo". Estas palabras del economista Serge Latouche nos invitan a reflexionar sobre dos aspectos. El primero, común entre los defensores del decrecimiento, es eliminar la concepción del crecimiento económico como único motor de bienestar y la imposibilidad de detenerlo si queremos mantener un estado del bienestar. Existen innumerables países donde el crecimiento económico desmedido no ha evitado la existencia de desigualdades sociales o de personas que viven en la miseria. El otro aspecto, el del “acrecimiento” me parece muy adecuado para aplicarlo a la informática ya que, en rigor, esta entrada sobre decrecimiento informático bien podría haber sido titulada como “acrecimiento informático”, un verdadero desafío a la Ley de Moore. Veamos el porqué de esta afirmación.

Según afirmaba Moore -uno de los fundadores de Intel- en 1965, el número de transistores de un chip se duplicaría cada dos años y con él, la potencia de cálculo de los ordenadores. Este crecimiento exponencial de la potencia de los ordenadores ha sido visto como un beneficio por los usuarios y profesionales del sector y, de hecho, el auge de la informática ha sido propiciado en buena parte por el abaratamiento del precio de los equipos (gracias en parte a esa disminución del tamaño de los chips). Sin embargo, ¿hasta qué punto utilizamos al máximo las posibilidades que nos ofrecen nuestros ordenadores personales? ¿Es realmente necesaria esa renovación continua de los equipos?

Hasta no hace mucho, al comprar un ordenador sabíamos que al salir de la tienda ya estábamos llevando con nosotros un ordenador desfasado, tal era la velocidad de renovación de la oferta en el mercado. Ahora, con la proliferación de equipos de menor tamaño y prestaciones más limitadas (los archiconocidos “notebooks” o “notepads” y, actualmente, los iPad y sus clónicos, herederos de los “tablet-PC”) el mercado del hardware ha comenzado a diversificarse y a apostar en menor medida por el incremento de la velocidad de procesamiento de sus equipos, ofreciendo prestaciones alternativas para todo tipo de usuarios. Sin embargo, al igual que planteaba hace un momento: ¿hasta qué punto aprovechamos todas las posibilidades del hardware?

Los equipos que suelen ofrecer los distribuidores llevan preinstalado un sistema operativo que, las más de las veces, es software propietario (privativo), usualmente Microsoft Windows en alguna de sus versiones o alguno de Apple en sus equipos (MacOS, iOS…). Aunque podríamos extendernos con diversos factores negativos de este tipo de software (llegará el momento para ello, sin duda) no es este el momento para ello. Sin embargo, sí que es cierto que no siempre aprovechan del mejor modo el hardware disponible (la excepción aquí tal vez podría ser Apple, ya que en su caso hardware y software están siempre íntimamente relacionados), como podíamos comprobar no hace mucho al contrastar el rendimiento visual de Windows Vista frente a algunas distribuciones de GNU/Linux usando Compiz en su interfaz de usuario. La penalización en rendimiento que conlleva usar sistemas operativos con grandes despliegues en el aspecto visual (o que no permitan ajustarlo a las necesidades del usuario) también debería ser tenida en cuenta a la hora de establecer cuál es la mejor opción que podemos usar, máxime cuando el sistema operativo es la base para la ejecución de aquellas aplicaciones que interesarán más a cada perfil de usuario (suites ofimáticas, diseño asistido por ordenador, retoque fotográfico, videojuegos y un largo etcétera).

Sin embargo, las capacidades de multitarea/multiproceso de los sistemas operativos modernos, que parecen aprovechar al máximo los sistemas con múltiples procesadores o procesadores multinúcleo palidecen ante la aparente simplicidad y eficiencia de sistemas operativos como SymbOS, un sistema operativo multitarea para ordenadores de 8 bits basados en el microprocesador Z80 (el usado por los míticos ordenadores domésticos de la década de los 80). Cuando hace varios años vi una versión de este software funcionando me vino a la cabeza el enorme potencial que tenían aquellos, en apariencia, limitados equipos y cómo a lo largo de los años una creciente comunidad de aficionados a los mismos ha seguido explotando sus posibilidades y asombrándonos con cada nuevo lanzamiento.

Algo parecido me ocurrió recientemente cuando vi un vídeo del entrañable Spectrum (mi primer ordenador) reproduciendo precisamente una animación mediante la técnica de video streaming. La fluidez con que se movían las imágenes no permitía imaginar, aun a pesar de lo limitado de la gama de colores representada, que se tratase de un ordenador equipado con un Z80 y apenas unos cientos de kilobytes de memoria RAM. Versiones de videojuegos mucho más actuales como "Doom" en 3D o "Prince of Persia" ejecutándose en esas máquinas (especialmente en clónicos de Spectrum rusos, estos sí de mayor potencia) donde se desenvolvían con toda soltura. Estos ordenadores de 8 bits han seguido evolucionando a su ritmo, al margen de las demandas de un mercado del que quedaron excluidos por la llegada de los ordenadores de 16 bits como el Amiga y, muy especialmente, del PC. Los equipos soviéticos son un ejemplo de cómo la falta de recursos ha agudizado el ingenio, permitiendo crear ordenadores en muchas ocasiones caseros, en otras producidos a baja escala, que si bien superan a sus predecesores en potencia de cálculo lo cierto es que basan su éxito en el uso eficiente por parte del software de los recursos que le ofrece el hardware.


SymbOS ejecutándose en un MSX.


"Prince of Persia" para Spectrum.
Por supuesto, se muestra difícil cuando no imposible volver a esa época dorada de unos ordenadores que hoy día se clasifican bajo la genérica categoría de “retro”. Es más, se nos podría tildar de nostálgicos y de no tener los pies sobre la tierra. Sin embargo, creo que sí se vuelve necesario hacer a la sociedad partícipe de lo innecesario del cambio de equipos informáticos cada poco tiempo. Además de lo costosa que resulta su producción en términos sociales y medioambientales (y económicos, aunque no lo parezca, aunque buena parte de los costes se omiten como externalidades que pagan los más desfavorecidos habitualmente) y lo contaminantes que son sus residuos, lo cierto es que parece absurdo dejarse llevar por una alocada carrera en la que software cada vez más devorador de recursos o menos eficiente (ya que como el hardware parecía ilimitado en muchas ocasiones no se optimiza el código que subyace a los programas informáticos) comienza a requerir hardware más potente que, tras ser adquirido, invita a instalar nuevo software con mayores funcionalidades que las más de las veces no necesitamos o no usamos pero que continua invitándonos a renovar continuamente nuestro ordenador con las tristes repercusiones a las que nos hemos referido brevemente.

Una alternativa a este cambio continuo del tándem software-hardware (o aplicaciones-equipos informáticos, como se prefiera) es el software libre. Entre las numerosas ventajas que presenta se encuentran algunas como la libertad de elección, modificación y distribución del software, el facilitar el aprendizaje de la informática y otras muchas que pueden verse con claridad, por ejemplo, en el mapa conceptual que incluye la entrada de la Wikipedia. La evolución de sistemas operativos y la posibilidad de tener aplicaciones “a medida” de las necesidades del usuario son ventajas que permiten ejecutar el software en máquinas con rendimiento más limitado, usualmente tomadas por obsoletas pero con una vida útil ciertamente prolongada, en nada acorde al momento en que las desechan los usuarios.

También resultan interesantes los usos de la computación distribuida basada en el tiempo de CPU sin uso de nuestros ordenadores domésticos. Proyectos como SETI@home, que usa el tiempo de procesamiento de los equipos cuando no están siendo utilizados por su usuarios, mediante “salvapantallas” especiales; Climate Prediction, para contribuir a la realización de simulaciones meteorológicas que permitan llevar a cabo predicciones más acertadas, o Rosetta@home, que trabaja con proteínas y sus interacciones buscando soluciones para diversas enfermedades son algunas de las opciones disponibles para contribuir con nuestros ordenadores al conocimiento científico.

En definitiva, y por no extenderme en demasía, creo que se hace necesario plantearse un “decrecimiento” o “acrecimiento” en la informática que se traduciría en un uso más eficiente de los actuales equipos informáticos y del software que ejecutan. Podríamos concretar algunos de los pasos a seguir en esta lista, indiscutiblemente limitada, que presento:
  • El software debería estar mucho más optimizado, permitiendo un mejor uso de las posibilidades del hardware.
  • El software debería ser más modular, permitiendo a los usuarios escoger qué aplicaciones y funciones les son necesarias.
  • Buscar alternativas cuando un determinado software tenga requisitos de hardware demasiado elevados o que excedan a la potencia del que disponemos. Existen numerosos programas que “hacen lo mismo” o que cubren nuestras necesidades sin ir más allá, aportando funciones totalmente prescindibles para el uso que damos al software pero que requieren de una máquina más potente.
  • Utilizar software libre hace posibles los puntos anteriores, además de respetar los estándares establecidos o defender valores éticos como los de igualdad, creatividad, colaboración, solidaridad, privacidad y libertad.
  • Puesta en valor de equipos informáticos considerados (erróneamente) como obsoletos.
  • Uso de equipos informáticos que permitan la reparación de sus componentes cuando se averían o su sustitución sin afectar, si no es estrictamente necesario, a otras partes del ordenador. Por ejemplo, un equipo de sobremesa es más sencillo de reparar o actualizar que un portátil.
  • Usar equipos que incluyan mejoras de eficiencia energética (sobre este tema incidiremos en próximas entradas).
  • No cambiar de ordenador a menos que sea absolutamente necesario y no exista otra opción. Si nuestro ordenador antiguo sigue funcionando podemos donarlo a alguna asociación local o que los lleve a países en desarrollo. Si está irremisiblemente averiado, llevarlo a un Punto Limpio de nuestra ciudad.

Para saber más:

Decrecimiento informático

Entrada publicada originariamente en el blog Informática, sociedad y medio ambiente bajo el mismo título.

Unir decrecimiento e informática en una misma frase puede parecer una locura o una paradoja, pero lo cierto es que una de las ramas de la tecnología que mayor crecimiento ha experimentado desde su nacimiento hace apenas unas décadas es susceptible de hacer suyas algunas de las consideraciones que esta corriente de pensamiento, máxime cuando ha sido puntera en aspectos como el ahorro energético y optimización de la gestión de la información.

Por situarnos en contexto, podríamos decir que "la consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento, [...] En todo rigor, convendría más hablar de acrecimiento, tal como hablamos de ateísmo". Estas palabras del economista Serge Latouche nos invitan a reflexionar sobre dos aspectos. El primero, común entre los defensores del decrecimiento, es eliminar la concepción del crecimiento económico como único motor de bienestar y la imposibilidad de detenerlo si queremos mantener un estado del bienestar. Existen innumerables países donde el crecimiento económico desmedido no ha evitado la existencia de desigualdades sociales o de personas que viven en la miseria. El otro aspecto, el del “acrecimiento” me parece muy adecuado para aplicarlo a la informática ya que, en rigor, esta entrada sobre decrecimiento informático bien podría haber sido titulada como “acrecimiento informático”, un verdadero desafío a la Ley de Moore. Veamos el porqué de esta afirmación.

Según afirmaba Moore -uno de los fundadores de Intel- en 1965, el número de transistores de un chip se duplicaría cada dos años y con él, la potencia de cálculo de los ordenadores. Este crecimiento exponencial de la potencia de los ordenadores ha sido visto como un beneficio por los usuarios y profesionales del sector y, de hecho, el auge de la informática ha sido propiciado en buena parte por el abaratamiento del precio de los equipos (gracias en parte a esa disminución del tamaño de los chips). Sin embargo, ¿hasta qué punto utilizamos al máximo las posibilidades que nos ofrecen nuestros ordenadores personales? ¿Es realmente necesaria esa renovación continua de los equipos?

Hasta no hace mucho, al comprar un ordenador sabíamos que al salir de la tienda ya estábamos llevando con nosotros un ordenador desfasado, tal era la velocidad de renovación de la oferta en el mercado. Ahora, con la proliferación de equipos de menor tamaño y prestaciones más limitadas (los archiconocidos “notebooks” o “notepads” y, actualmente, los iPad y sus clónicos, herederos de los “tablet-PC”) el mercado del hardware ha comenzado a diversificarse y a apostar en menor medida por el incremento de la velocidad de procesamiento de sus equipos, ofreciendo prestaciones alternativas para todo tipo de usuarios. Sin embargo, al igual que planteaba hace un momento: ¿hasta qué punto aprovechamos todas las posibilidades del hardware?

Los equipos que suelen ofrecer los distribuidores llevan preinstalado un sistema operativo que, las más de las veces, es software propietario (privativo), usualmente Microsoft Windows en alguna de sus versiones o alguno de Apple en sus equipos (MacOS, iOS…). Aunque podríamos extendernos con diversos factores negativos de este tipo de software (llegará el momento para ello, sin duda) no es este el momento para ello. Sin embargo, sí que es cierto que no siempre aprovechan del mejor modo el hardware disponible (la excepción aquí tal vez podría ser Apple, ya que en su caso hardware y software están siempre íntimamente relacionados), como podíamos comprobar no hace mucho al contrastar el rendimiento visual de Windows Vista frente a algunas distribuciones de GNU/Linux usando Compiz en su interfaz de usuario. La penalización en rendimiento que conlleva usar sistemas operativos con grandes despliegues en el aspecto visual (o que no permitan ajustarlo a las necesidades del usuario) también debería ser tenida en cuenta a la hora de establecer cuál es la mejor opción que podemos usar, máxime cuando el sistema operativo es la base para la ejecución de aquellas aplicaciones que interesarán más a cada perfil de usuario (suites ofimáticas, diseño asistido por ordenador, retoque fotográfico, videojuegos y un largo etcétera).

Sin embargo, las capacidades de multitarea/multiproceso de los sistemas operativos modernos, que parecen aprovechar al máximo los sistemas con múltiples procesadores o procesadores multinúcleo palidecen ante la aparente simplicidad y eficiencia de sistemas operativos como SymbOS, un sistema operativo multitarea para ordenadores de 8 bits basados en el microprocesador Z80 (el usado por los míticos ordenadores domésticos de la década de los 80). Cuando hace varios años vi una versión de este software funcionando me vino a la cabeza el enorme potencial que tenían aquellos, en apariencia, limitados equipos y cómo a lo largo de los años una creciente comunidad de aficionados a los mismos ha seguido explotando sus posibilidades y asombrándonos con cada nuevo lanzamiento.

Algo parecido me ocurrió recientemente cuando vi un vídeo del entrañable Spectrum (mi primer ordenador) reproduciendo precisamente una animación mediante la técnica de video streaming. La fluidez con que se movían las imágenes no permitía imaginar, aun a pesar de lo limitado de la gama de colores representada, que se tratase de un ordenador equipado con un Z80 y apenas unos cientos de kilobytes de memoria RAM. Versiones de videojuegos mucho más actuales como "Doom" en 3D o "Prince of Persia" ejecutándose en esas máquinas (especialmente en clónicos de Spectrum rusos, estos sí de mayor potencia) donde se desenvolvían con toda soltura. Estos ordenadores de 8 bits han seguido evolucionando a su ritmo, al margen de las demandas de un mercado del que quedaron excluidos por la llegada de los ordenadores de 16 bits como el Amiga y, muy especialmente, del PC. Los equipos soviéticos son un ejemplo de cómo la falta de recursos ha agudizado el ingenio, permitiendo crear ordenadores en muchas ocasiones caseros, en otras producidos a baja escala, que si bien superan a sus predecesores en potencia de cálculo lo cierto es que basan su éxito en el uso eficiente por parte del software de los recursos que le ofrece el hardware.

SymbOS ejecutándose en un MSX.

"Prince of Persia" para Spectrum.
Por supuesto, se muestra difícil cuando no imposible volver a esa época dorada de unos ordenadores que hoy día se clasifican bajo la genérica categoría de “retro”. Es más, se nos podría tildar de nostálgicos y de no tener los pies sobre la tierra. Sin embargo, creo que sí se vuelve necesario hacer a la sociedad partícipe de lo innecesario del cambio de equipos informáticos cada poco tiempo. Además de lo costosa que resulta su producción en términos sociales y medioambientales (y económicos, aunque no lo parezca, aunque buena parte de los costes se omiten como externalidades que pagan los más desfavorecidos habitualmente) y lo contaminantes que son sus residuos, lo cierto es que parece absurdo dejarse llevar por una alocada carrera en la que software cada vez más devorador de recursos o menos eficiente (ya que como el hardware parecía ilimitado en muchas ocasiones no se optimiza el código que subyace a los programas informáticos) comienza a requerir hardware más potente que, tras ser adquirido, invita a instalar nuevo software con mayores funcionalidades que las más de las veces no necesitamos o no usamos pero que continua invitándonos a renovar continuamente nuestro ordenador con las tristes repercusiones a las que nos hemos referido brevemente.

Una alternativa a este cambio continuo del tándem software-hardware (o aplicaciones-equipos informáticos, como se prefiera) es el software libre. Entre las numerosas ventajas que presenta se encuentran algunas como la libertad de elección, modificación y distribución del software, el facilitar el aprendizaje de la informática y otras muchas que pueden verse con claridad, por ejemplo, en el mapa conceptual que incluye la entrada de la Wikipedia. La evolución de sistemas operativos y la posibilidad de tener aplicaciones “a medida” de las necesidades del usuario son ventajas que permiten ejecutar el software en máquinas con rendimiento más limitado, usualmente tomadas por obsoletas pero con una vida útil ciertamente prolongada, en nada acorde al momento en que las desechan los usuarios.

También resultan interesantes los usos de la computación distribuida basada en el tiempo de CPU sin uso de nuestros ordenadores domésticos. Proyectos como SETI@home, que usa el tiempo de procesamiento de los equipos cuando no están siendo utilizados por su usuarios, mediante “salvapantallas” especiales; Climate Prediction, para contribuir a la realización de simulaciones meteorológicas que permitan llevar a cabo predicciones más acertadas, o Rosetta@home, que trabaja con proteínas y sus interacciones buscando soluciones para diversas enfermedades son algunas de las opciones disponibles para contribuir con nuestros ordenadores al conocimiento científico.

En definitiva, y por no extenderme en demasía, creo que se hace necesario plantearse un “decrecimiento” o “acrecimiento” en la informática que se traduciría en un uso más eficiente de los actuales equipos informáticos y del software que ejecutan. Podríamos concretar algunos de los pasos a seguir en esta lista, indiscutiblemente limitada, que presento:
  • El software debería estar mucho más optimizado, permitiendo un mejor uso de las posibilidades del hardware.
  • El software debería ser más modular, permitiendo a los usuarios escoger qué aplicaciones y funciones les son necesarias.
  • Buscar alternativas cuando un determinado software tenga requisitos de hardware demasiado elevados o que excedan a la potencia del que disponemos. Existen numerosos programas que “hacen lo mismo” o que cubren nuestras necesidades sin ir más allá, aportando funciones totalmente prescindibles para el uso que damos al software pero que requieren de una máquina más potente.
  • Utilizar software libre hace posibles los puntos anteriores, además de respetar los estándares establecidos o defender valores éticos como los de igualdad, creatividad, colaboración, solidaridad, privacidad y libertad.
  • Puesta en valor de equipos informáticos considerados (erróneamente) como obsoletos.
  • Uso de equipos informáticos que permitan la reparación de sus componentes cuando se averían o su sustitución sin afectar, si no es estrictamente necesario, a otras partes del ordenador. Por ejemplo, un equipo de sobremesa es más sencillo de reparar o actualizar que un portátil.
  • Usar equipos que incluyan mejoras de eficiencia energética (sobre este tema incidiremos en próximas entradas).
  • No cambiar de ordenador a menos que sea absolutamente necesario y no exista otra opción. Si nuestro ordenador antiguo sigue funcionando podemos donarlo a alguna asociación local o que los lleve a países en desarrollo. Si está irremisiblemente averiado, llevarlo a un Punto Limpio de nuestra ciudad.

Para saber más: